Tres Mondas

En 1971 entré a la Escuela Marcelino García Flamenco.  Mi familia vivía en Barrio México, así que para llegar a la escuela me iba en bus.

Cuando estaba en 4to grado, todas las mañanas mis papás me ponían en la mano la plata para pagar el pase.
Eran tres monedas: una peseta, una de 10 y una de 5. El pasaje costaba ₡ 0,40 céntimos. Yo me iba con las monedas bien apretadas.  Caminaba hasta la parada que eran como dos cuadras.  Tenía un miedo enorme de que se me cayera alguna.


Dios guarde que perdiera una, porque entonces… ¿cómo iba a llegar?

Cuando subía al bus, me sentía grande, como si por un ratito fuera una adulta. Pero esa “grandeza” pesaba un poquito: era bonito, pero también daba nervios.

Con los años entendí que esas monedas me enseñaron cosas simples:  

✨ Que lo que uno cuida dura.
✨ Que decidir también es ser valiente.
✨ Que crecer da susto y emoción al mismo tiempo.
 

El aprendizaje más importante que reflexiono hoy, es el amor con el que mis papás me daban las moneditas.  Ese amor despertó en mí que yo debía devolverlo con la responsabilidad de no perderlo ni usarlo en otra cosa.

Hoy, cuando acompaño a mis clientes en su camino financiero, vuelvo a esas tres monedas que marcaban mi viaje a la escuela. Porque detrás de cada decisión económica siempre hay una historia con emociones:  miedos, alegrías, responsabilidades, amores. Y cuando trabajamos desde ese lugar (el de la emoción, la memoria y el sentido), mis clientes descubren, igual que yo, que no se trata solo de números. Se trata de encontrar la firmeza para avanzar. De reconocer lo que valoramos. De aprender a sostener lo esencial.

Y entonces entendemos, juntos, que cuando uno sabe por qué aprieta sus tres monedas… nunca pierde el rumbo.

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